28.6.15

La técnica de sonreír

Si preguntamos cuál es el momento del día donde tenemos peor humor, la mayoría de la gente responderá que por la mañana, nada más levantarse. Pero mientras esa gran mayoría lucha con el despertador maldiciendo y rogando por un instante más de sueño; otros luchamos por hacer menos brazadas. Son las siete y media de la mañana, el entrenamiento ha empezado. Y siempre empieza con el mejor humor que se puede tener.  Porque da igual quién es el que haya ido ese día, si lleva mucho o poco tiempo entrenando con Carlos y Laura, todos los que están ahí nadan con una sonrisa. Y así todo es más fácil.

A mí me parecía impensable poder nadar 5000 metros rodeado de nadadores en estampida y con vaya usted a saber qué clase de animales fondeando bajo nuestros pies. Pero madrugón a madrugón se va consiguiendo, construyendo un estado de animo que te sirve de guía durante la travesía. Las hazañas de los demás te van impulsando hacia nuevas metas: los que corrieron la maratón, los que ya son todo ironmans, los que se estrenan en alguna prueba, los que pedalean o los que, sencillamente, aprenden.

Me encantó nadar en Iruelas. Con todas esas sensaciones y pensamientos que se disparan en una hora y media. Recordando todos los consejos, intentando nadar muy largo, buscar el máximo deslizamiento… Y me encanta recibir  el día metido en el agua y rodeado de buena gente. Empezamos los 200 metros de calentamiento y la ciudad empieza a desperezarse, siempre les sacaremos algo de ventaja.   

David 

23.6.15

SUPERANDO BARRERAS

Travesía Valle de Iruelas 2015
 
Te levantas por la mañana temprano después de haber pasado una noche intranquila, por qué negarlo. Intentas demostrar calma y sosiego pero en el fondo sabes que la gran duda ronda tu cabeza , ¿seré capaz de conseguirlo?  

Íbamos con dos objetivos, Luis quitarse la espinita del año pasado y terminar los 800 mts y yo nadar una distancia, 5500mts, que hace un año me hubiera resultado impensable. Empezamos por aumentar el número de días de clase de natación. Poco a poco se iban notando mejoras en la respiración, largos con menos brazadas (menudo logro!!) y bajada de tiempos. Benditas clases de Carlos y Laura. Muchos largos en la piscina a los que íbamos añadiendo cada día alguno más.  Ejercicios con pesas  y las temidas planchas para fortalecer los músculos. Pruebas de neopreno a pesar del calor sofocante de la piscina. Temores y sensaciones compartidos al finalizar cada sesión.  Felicitaciones por cada pequeño escalón que íbamos superando. Y hasta sesiones de meditación para aprender a afrontar los momentos de angustia que no eran otros que las patadas de otros nadadores, bocanadas de agua que sin esperarlo te  entran como un torrente sin parar, esa búsqueda de hueco para poder respirar y el abismo oscuro y repleto de seres extraños que te rodeará hasta llegar a la meta final.

Primero fue Luis.  Desde lo lejos le podía seguir, reconociéndole por ese nado que ya me resulta tan familiar después de tantas horas compartidas. A su lado  Laura, ¡Qué gran ayuda!. Poco a poco avanzando metros, dando la vuelta a la boya  y nadando sin parar. Desde lo lejos que fácil parece pero  cuando se está  intentando  vencer una barrera las cosas no lo son. Unos metros para la meta y otra ayuda, Carlos!!. Ya sólo queda avanzar y cruzar la meta con la cabeza bien alta y la gran satisfacción de haber superado una gran barrera personal.

Luego me toca a mí. Planeamos ir a pies Edu, Antonio y yo pero claro, la salida lo impide. Voy tranquila. La experiencia me permite esta vez conseguir esquivar patadas, bocanadas de agua y evitar la angustia del momento inicial. En seguida cojo mi ritmo y sin darme cuenta empiezo a deslizar cada vez mejor.  Intento ir a pies de algún otro nadador pero siempre levantando la cabeza para no desorientarme que son muchos metros. El puente ya se ve a lo lejos y parece que nunca llega. Giro por debajo y vuelta a la orilla. Me siento sola. Sólo se ven algunos nadadores a lo lejos y algún otro despistado que se ha desorientado. Pero yo sigo y sigo sin pensar, sólo oyendo el ruido de mi respiración.  No miro el Garmin, sólo nado. Qué raro, los brazos no me duelen. Voy bien. Quedan pocos metros, ya veo el arco de meta. Un último esfuerzo  y con la torpeza que me caracteriza salgo del agua.  Una cara sonriente, Carlos, esperando en la meta. Mi reto conseguido 5500mts


Rocío